domingo, 29 de julio de 2012

MIS PIEDRAS Y YO


























Ser como estas piedras
que ni saben que lo son,
ajenas a todo,
mudas y bellas.

Sin pena ni gloria
en su destino venidero,
diverso y mutable, 
pero imperecedero.

Pudieron ser 
en pasados tiempos
desde simple arena 
hasta canicas para juegos,
grandes rocas ciclópeas
que movieron montañas,
ó bellos sillares
de celebrados monumentos;
simples guijarros
de pequeños arroyuelos
donde cantaba el agua 
silbando por sus agujeros, 
pero ellas nunca supieron,
lo que era todo eso,
ofreciendo humildes su masa
a las manos del cantero.

Yo, que las veo cada día
se que su rumboo es eterno,
pasarán mil años  
y aunque no estén  a la vista
siempre servirán 
para algo útil y bello.

Mientras, yo, 
pobre polvo errante,
no habré dejado ni huella,
acaso, sí, en alguna lápida   
de solitario cementerio
un escueto letrero.

¡Queridas piedras  
de mi fuente de fósiles 
y huesos!

Felices objetos inanimados
sin conciencia de serlo;
pedazos de un mundo roto 
que servisteis para hacerlo,
ahora váis dando tumbos
ante la gélida mirada de
de dioses y cielos. 

Y nosotros, 
supuestos reyes del universo,
con nuestro orgullo altanero,
ni siquiera entendemos lo que hacemos 
en estos siderales desiertos;
viendo que nada sabemos,
y que muchos solo servimos
para decir tonterías
ó hacer horrendos versos.

Y a  pesar de todo esto
y sin entender lo que espero,
yo sigo rezando por las noches 
con la fe de un carbonero!!
              

                                                                                                   

José Martínez Sevilla 

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jueves, 19 de julio de 2012

Cosas del tiempo LA NOCHE Y EL DÍA


Noche y día, sol, sombra y tinieblas,  así transcurre nuestra vida, casi siempre  agradable y, en ocasiones, con alguna que otra dificultad.  Se dice muy bien  aquello de “al mal tiempo, buena cara”, y eso precisamente viene al caso en este verano realmente insoportable de calor apelmazado y seco. Por si faltaba algo, aunque ajeno al tiempo atmosférico, es la tremenda y angustiosa crisis política y moral que sufre nuestro país. No sabemos ya que es peor: los calores del tiempo o los disgustos y desmanes que nos proporcionan nuestros políticos y banqueros. 
Pero lo dicho, pongamos la mejor de nuestras caras, y adelante, que peores cosas han pasado en la larga y complicada historia de la historia. 
Bien, a lo que íbamos, nulidad de lluvias, noches pesadas dando en la cama más vueltas que un trompo y el consiguiente y perpetuo debate entre si es mejor el día o la noche. 
Lo diré desde el principio: prefiero el día. Ver amanecer es una de las cosas más hermosas que existen. Si lo piensas bien, el hecho de que el sol salga cada día llenándonos de luz y vida es el mayor milagro del mundo No hay palabras para describirlo: mirad cómo se abren las flores a los rayos de sol;  oír cantar los pájaros, cómo salen a los caminos los pequeños insectos,  y cómo las personas se afanan en sus tareas, hablan y ríen, y por lo menos aquí en el pueblo, cuando pasas junto a ellas, en los diarios paseos, suelen decirte afablemente –como en mi caso- : “Buenos días, Pepe”. Eso vale ya todo lo que se pida. Claro, estas cosas sólo pasan en pequeñas poblaciones donde todos nos conocemos; no en las ciudades donde ni se saludan los de la misma escalera.  (Alguna ventaja tendríamos que tener los de aldea).
Pero el caso que nos ocupa hoy no es cuestión de  si boina o sombrero, sino que el tema  es la noche y el día.
Se divagó por muchos filósofos qué fue primero de ambas cosas: el alba ó el crepúsculo Parece ser que ganó el debate el día,  adelantándose unas horas a la noche  y que, teóricamente, uno sería consecuencia ineluctable de lo otro.
Científicamente es sabido que los días y noches son debidas al movimiento de rotación de la tierra alrededor de su propio eje, que dura 24 horas, dando lugar a la noche y el día, y el de traslación alrededor del sol cada 365 días, lo que da lugar al año. Durante el primer movimiento de rotación, la mitad de la tierra permanece iluminada por el sol siendo de día y  la otra mitad se queda  a oscuras, siendo la noche.   
Otras cosas curiosas de saber referentes a nuestra preciosa tierra es que tiene una antigüedad aproximada de 5.000 millones de años. (Este dato lo cito para caer en la cuenta  lo que habrá llovido desde entonces, aunque parece ser que Ayora  le  pilló siempre a trasmano y aquí seguimos, “sin caer una gota”. (Bueno… en la “Riada” sí nos cayeron 50.000 millones de gotas, pero me parece ese fue el castigo por quejarnos de que nunca llovía).      
Refiriéndonos ahora a los aspectos mitológicos griegos sobre el tema, hay distintas variantes, pero todas girando sobre la eterna dualidad: noche-día, luz-tinieblas; negro-blanco. Según Hesiodo, historiador griego, el día fue hija del dios Erebo y de Nix, la noche. Otras mitologías citan a “Emera” como diosa del día, propiciadora de salud y  felicidad. 
Por otra parte está la leyenda, cuya procedencia no conozco bien, sosteniendo que al finalizar la tarde, la tierra desprende una enorme energía que se expande a modo de vapores por hombres y mujeres ofuscándolos y haciéndoles caer vencidos por el sopor en  sueños y pesadillas perturbadoras. Poco a poco, al cesar  las turbias emanaciones y evaporarse los gases, irrumpía gloriosamente el día.


En fin, siempre existen, como en todas las cosas,  montones de teorías y “músicas celestiales” intentando explicarnos creacionistas y evolucionistas, los orígenes de la vida y la muerte, cuando bien sabemos que nada está claro,  ni estará..
Volviendo a la palpitante y rabiosa actualidad del tiempo que nos está tocando vivir, hay que decir que todo se ha trastocado, volviéndose el mundo del revés. Si antes el DÍA era  señor de la creación;. hermoso y divino, vivo cálido,  pasión y fiesta, la NOCHE era, sin embargo lo contrario: el mismo diablo haciendo compañía a aquel  conocido dicho de “la noche para los lobos”,  o sea, todo  lo nocturno era pecado, negro, avieso, tenebroso y frío: los malos pensamientos, las traiciones, las venganzas, las orgías, la lujuria, etc. Pues bien, en nuestros días ha cambiado por completo el panorama; la noche es hermosa, la noche es fiesta, la noche es sensual, sexual y  promiscua, la noche es juventud, y los viejos debemos irnos pronto a la cama y aguantar como podamos las trapisondas consiguientes de los jóvenes que no se quedan en sus reductos sino que acampan por todo el pueblo. Sobre todo en verano, en el que cada fin de semana supone  juergas interminables,  copiosos “botellones”,  tracas y cohetes,  bailes y conciertos diversos. Hasta la gente ya madurita de media capa, se ha pasado también con armas y bagaje al “torbellino de la noche” aunque a  menudo tal torbellino consista solamente en tomarse unas “Fantas” con papas en una céntrica terraza. Pero el caso es que llegado el fin de semana es como un rito coger el petate y “lanzarse a la trepidante noche”, porque si no, eres antiguo
Aquellos que quedamos “de antes” -y a mucha honra-, lo más que hacemos al llegar las sombras nocturnas es retirarnos a casa, poner las noticias de la tele, ver algún concurso o película, y allá a las 12, lo máximo, a la camita.
Yo, desde luego, como dije al principio, prefiero siempre el día a la noche; y el verano al invierno (aunque de seguir así este año, puede que me cambie), con los refrescantes baños en las piscinas y, luego por las tardes, la deliciosa siesta y tertulia cuando haya lugar, con los amigos o vecinos.
Reconozco que hablo de un mundo arcaico, pero “cä uno es cá uno”,  y en vista de cómo se ponen las cosas, que Dios reparta suerte a los antiguos y modernos, jóvenes y viejos, que falta nos va a hacer a todos.

José Martínez Sevilla



Pienso yo como si el peso y desgaste de cada hora en su lento transcurrir, deviniera en una lenta y mugrienta acumulación de masa oscura y tenebrosa dando lugar a las sombra inmensa de la noche. 

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domingo, 15 de julio de 2012

OS DOY MI PALABRA






















     




     Quiero teneros siempre conmigo
queridas palabras,
pulmón de mi alma,
manos de mi corazón;
y deletrearos una a una
formando los conceptos,
construyendo  juntos
los párrafos correctos.


   Ensamblar nombres, adjetivos y verbos,
cada cual en su personal grafía,
tilde, diéresis ó acento,
siendo indiferente haya o no rima entre ellos,
que la poesía, si es pura,
nace y se hace
sólo con el sentimiento.


   Pero nunca debemos olvidar
que en el redactar
hay un jefe supremo,
-la sintaxis-,
coordinadora del evento,
ni tampoco descuidar
el espíritu de cada poesía, relato o cuento,
que es algo especial llamado estilo
que viene siendo
como en cada comida
el pan, la sal y el vino:
el fundamento.


   Esta es hoy mi palabra,
queridos lectores,
para así, escribiendo y leyendo,
pasarlo bien  juntos
como anteriores ocasiones.

                                                                                               José  Martínez  Sevilla


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lunes, 9 de julio de 2012

PERSONAJES ILUSTRES RELACIONADOS CON AYORA




En nuestro pueblo hay una calle –la mejor- con una placa que pone: “calle Marquesa de Cenete”, y al final de ella, un bello edificio (antiguo convento de Santo Domingo), con preciosa portada,  y en la pared, otro letrero: Auditorio  “Mencía de Mendoza”.
Aunque parezcan dos personas, se trata solamente de una; se llamaba: D.ª MENCIA DE MENDOZA, siendo además, marquesa de Cenete y duquesa de Calabria. (Un detalle curioso, es que en Ayora escribimos “Cenete” y en la mayoría de documentos históricos aparece con Z, “Zenete”). .
¿Tiene algo que ver esta gran señora con nuestro pueblo?
Pues sí, tiene mucho que ver. D.ª Mencía  fue durante varios años dueña del Castillo y de la población de Ayora, heredado de sus padres D. Rodrigo de  Mendoza, y D.ª María de Fonseca, que lo compraron en 1492 al heredero de D. Baltasar Lladró.
Doña Mencía fue por tanto nuestra Gran Señora, a la que tanto debemos los ayorinos. Mujer muy culta, humanista, dominando latín y griego, llegó a ser posteriormente, (al fallecer su segundo marido), virreina de Valencia. Relativo a Ayora, tuvo una gran preferencia por nuestra villa, entre sus numerosas propiedades.
Y no era únicamente la señora del pueblo, sino que aquí vivió durante los años de su juventud, la más feliz de su vida, albergada en la hermosa y recia fortaleza del castillo, hasta la muerte de su padre. (Estos días, precisamente, he visto que se está procediendo a obras de limpieza y afianzamiento de sus muros. Quiera Dios continúen las obras y que podamos conservar y transmitir a nuestros descendientes este gran monumento que es, junto a la Iglesia, lo mejor que tenemos en Ayora.
Bien, pues doña Mencía, personalmente, es un caso muy curioso de comentar y estudiar. En una época donde la mujer era poco más que un mueble, ella se yergue como una de la grandes personalidades del pais, siendo destacada personalidad en todos los movimientos renacentistas, no solo en España, sino de Europa. No ocurría entonces como ahora,  que somos un cero a la izquierda,  sino todo al contrario. Reinaba en la nación nada menos que Carlos I de España y V de Alemania, el gran Rey de la nación “donde nunca se ponía el sol”. En esta nación fue Mencía una luminaria de inteligencia y sabiduría. Erudita en varias materias, mecenas en variadas actividades culturales, una de ellas, la concesión, de su pecunio particular, de becas para estudiantes sin recursos, a los que enviaba, para ampliación de estudios, a las famosas universidades de Lovaina y París. Experta reconocida en arte, libros, música y artes escénicas, fue asidua amiga y colaboradora de las dos grandes figuras del pensamiento europeo: nuestro Luis Vives, su preceptor,  y el gran  Erasmo de Rótterdam, mentor y guía cultural de la época.    
Curiosamente, y pasando un poco al terreno anecdótico, doña Mencía no solo sobresalió por su nivel cultural y profunda religiosidad, sino por otras dos cosas menos espirituales: era las más rica del Reino de Castilla, -lo que equivalía a serlo de España-  y era también la más gorda. Así como suena. No se los kilos que llegaría a pesar, pero pasaría seguro de los cien,  En su última etapa de madurez, llegó a necesitar hasta cuatro asistentas para vestirla y dos para ayudarle a andar, una de cada brazo. Y ya al final de su vida, al fallecer, aún se está hablando en Valencia por los eruditos, del enorme tamaño del ataúd que se le hizo ex –profeso. (Falleció prematuramente, a los 46 años). 
Ya desde joven, tuvo una salud muy quebradiza, pero también carácter firme y decidido, casándose dos veces, en ambas, con desastrosos resultados. La primera, con Enrique de Nassau, de Flandes, ella 16 años, él, 40,  no teniendo hijos a pesar de los numerosos intentos, todos fallidos. En segundas nupcias, con Fernando de Aragón, viudo, mujeriego empedernido. Como muestra del carácter de Mencía, es conocido su negativa a casarse con él hasta que el Emperador no expulsase de Valencia a  “Esperanza”, “la querida” del pretendiente. No sirvió de mucho pues el  bergante siguió poniéndole los cuernos por todo lo alto, con toda la que salía. Para más inri, Mencía era tremendamente celosa. Al fin murió Fernando y ella quedó en paz. En realidad,  no deseaba casarse, por lo menos tan pronto, pero el Emperador, por razones de Estado, se lo ordenó y no hubo más remedio. 

Una  cosa interesante para nuestro pueblo es que en este segundo matrimonio con el duque de Calabria (virrey de Valencia)- la boda se celebró nada menos que en Ayora, sí, en la Iglesia “de los Altos”, que ahora miramos por encima del hombro y entonces fue punto de reunión de la realeza española y flamenca que vinieron a uña de caballo a la ceremonia. Imaginaros el viaje desde tan  lejano lugar hasta el rinconcito de Ayora. Los fastos preparados al efecto fueron extraordinarios durando las fiestas varios días. (No son fantasías ni elucubraciones,. Existen en los archivos del Reino de Valencia los documentos que lo acreditan). Uno de ellos, narrado por el escritor Jerni Soria, hizo su crónica escrita en valenciano que transcribo a continuación: “ Digous, a XIII DE Gener, después de dinar, entra lo Duc de Calabria virrey de Valencia, ad dona Mensia de Mendoza; se espossaren en Ayora, terra de dita marquesa, a XIII  dit, moltes dames y cavallers jugaren lladridales al Real ab moltes antorchas que paresia de día. Dit día, despres dels bous, jugué a canues el duque y moltes caballers molt be ataviats”. 

Más adelante, la misma crónica, dice entre otras cosas: “Dimecres, de Febrer, 1541, día de nostra Señora de Candelero, depresi dinar, feren corro de Bous al Real”.
Como se puede observar, ése día que se hicieron los Toros fue el de “la Candelaria”, en Febrero, lo mismo que se ha venido repitiendo en Ayora durante cientos de años     
Es decir: en aquella ocasión ya se hacían fiestas de toros en Ayora.. (Eso, para los que desde Valencia, preguntaban hace dos años si las fiestas de nuestro pueblo tienen mucha tradición). Pues nada menos que 500 años. ¿Le parecieron  bastantes  a los funcionarios de la Generalitat cuando recabaron dichos informes al Ayuntamiento de Ayora, (que les facilité yo), con motivo de cambiar los bonitos y tradicionales “tablaos” de madera por otros de hierro. De nada valió antigüedad y tradición, pues nos clavaron por decreto el mastodóntico fortín o plaza fuerte cuartelera, (eso sí, pagándolo), y ahí lo tenemos para generaciones futuras.  
Bueno, llegamos al final. He hablado de distintas facetas de nuestra querida marquesa, pero cómo era realmente la intimidad de doña Mencía?
Por lo leído y entresacado no hay duda que fue una mujer desdichada referente a su salud personal. No pudo tener hijos, aunque sí numerosos abortos. Se puede decir con certeza que fue la suya una vida desgraciada hasta el fin. Y sin embargo, pienso que hubo de ser feliz en sus frecuentes e importantes viajes de relaciones intelectuales, aun teniendo en cuenta lo que en aquellos tiempos suponía viajar nada menos que por toda Europa con las incomodidades consiguientes. Pero a este respecto, se ha de  pensar que lo verdaderamente válido de alguien importante, en cuanto a la posteridad se refiere, no es que tal persona haya vivido más o menos feliz, sin que lo relevante consiste en si tal persona ha realizado una labor útil y beneficiosa para la comunidad en que vivió y la posterioridad. Por ello, si a cada cual  se ha de juzgar por sus obras y no por dolencias e infortunios, a doña Mencía le debemos dar el mayor de los sobresalientes.
Esperemos que este agradecimiento sea en algún modo positivo y que Ayora no sea otro más de sus contrariados amores.
Por ello, cuando llegue el momento, hay que rendirle un merecido homenaje, aunque precisamente ella era enemiga de tales agasajos. Siempre siguió la máxima de sus preceptores de que un buen cristiano lo que debe hacer es llevar una vida austera y ejemplar, ayudando en especial siempre a los pobres. Así lo dejó escrito en su testamento, y añadía que en su tumba no hubiese mármoles ni lujos, sino una humilde losa con la escueta inscripción de su nombre para que quienes la vieran, le recordasen y simplemente rezaran una oración por su alma.
Como última curiosidad, también indicó en su testamento querer ser enterrada en el convento de Santo Domingo de Valencia, y allí está, pero también figura como titular de una obra cultural, tan preciada para ella, en otro convento, asimismo, de Santo Domingo, pero en Ayora.  Es nuestro Auditorio “Mencía de Mendoza”, donde las frecuentes actuaciones de conciertos, conferencias, danzas y obras de teatro –tan de su gusto-, le acompañarán siempre como muestra del afecto que Ayora le profesa.

      José  Martínez Sevilla

(Datos y fechas, de N. García Pérez y  S. A. Vosters, en sus obras sobre doña Mencía)

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