miércoles, 29 de agosto de 2012

LA IMPORTANCIA DEL MOTE


Notas de humor

¿Cómo es posible se puedan entender en las ciudades con eso de los nombres y apellidos de las personas y saber “quién es quién?”, cuando casi todos en España nos llamamos casi igual o muy similar? 
Realmente, la gente en  capitales y pueblos, suelen llamarse, en un promedio alto,  JOSÉ,  añadiendo con frecuencia  José Luis, José Antonio, José María, José Vicente, etc.;  JUAN  acompañado con Juan José ó Juan Antonio; PEDRO ó Pedro José y Pedro Jesús; Manuel ó José Manuel, etc. etc. . (En vista de lo cual, aquel que en España no lleve alguno de estos nombres, tendría que  hacerse rápido un análisis de ADN, por ver si lleva sangre mora en sus genes y proceder al respecto). En cuanto a las mujeres… ¿para qué decir si el cincuenta por ciento son Anas y el otro 50, Marías?. Mari Carmen; María José, Ana María, María Luisa, María del Mar ó María Dolores. 
Hay una cosa que parece más o menos insignificante, pero lo cierto es que el nombre marca e imprime carácter. No es lo mismo llamarse Angustias ó Ruperta, que Alicia, Mónica ó Margarita,   como tampoco es lo mismo que te bauticen con Gustavo Adolfo Bécquer que con Pepe Martínez. Generalmente, no se suele dar importancia a los nombres de pila, pero ha habido y hay personas que cada vez que le dicen Tiburcio le dan un disgusto de muerte..  
En cuanto a apellidos, no digamos: Yo, por citarme el primero, soy José Martínez, mi padre José Martínez, mi hijo, José Martínez  y uno de mis nietos, José Martínez, de 19 años, piensa ya que su primer hijo será el quinto José Martínez ¡A ver quien saca más lustre al apellido más vulgar de España! 
Vienen a continuación, estadísticamente, los García,  y siguen los López,  Pérez,  Rodríguez, Sánchez,  Hernández, Fernández, González, , etc. Claro, en una ciudad grande lo normal es que así nadie conozca a nadie, excepto a un señor llamado Mariano, apodado “El Recortes”,  que   nunca   acaba de decir lo que debe, habiendo de aparecer al rato,  “la chiquititica”,  a terminar de contarlo).
Pues bien, aquí, el problema del nombre en los pueblos lo resolvimos ya hace años inventando los motes,  séase, el apodo, también denominado “alias”.
La cosa está clara: Si un persona -pongamos por caso- es bizco, y vive en la calle “los Corrales””, la cosa está clara: Se llamará siempre, “El bizco de los Corrales”, y si su mujer, por un caso, fuese cojitranca, todo el mundo le dirá “La cojitranca del Bizco los Corrales”. ¡Asunto resuelto!!. Así, ya nadie confunde a unos y otros..
Otra cosa que ocurre muy a menudo es cuando te presentan a alguien, especialmente ahora en verano, al llegan los paisanos que viven fuera.  Te dice un amigo,  “Mira, Pepe, este señor dice que te conoce”;  tú contestas, “pues la verdad… no tengo ni idea”,  Interviene entonces el interfecto diciendo: “Mire, soy José García López” (“¡Agárrate que viene curva”- pensamos) . –“Con estos datos, disculpe, no puedo sacar de quien se trata, ¿no tendría Vd. algún apodo en su familia?…nos aventuramos a decir algo recelosos, no sea  metamos la pata…” ). “-Pues sí, replica, un tanto azorado:  A uno de mis abuelos le decían “El Pollo”. –“Lo siento señor”, contestamos al instante: “En Ayora tenemos más de 100 “Pollos”. Al escuchar esto, lo más normal es que el visitante farfulle un “perdone”, saliendo arreando más corrido que una mona.
Pero no suceden estos líos solo con los forasteros, sino también  que con los del terreno. Prueba de ello es que cuando se muere alguien es costumbre desde unos años, poner en una puerta lateral de la Iglesia que da a la calle Santiago, un letrero que pone la Funeraria dando cuenta del fallecimiento y  haciendo constar los datos del fallecido. Claro, como dijimos anteriormente, la gente tiene  nombres y apellidos muy parecidos, e inevitablemente llega la confusión preguntando todo el mundo quien es el muerto “ José López Martínez” pone en el papel. ¡Menudo problema averiguar quien es tal  José López existiendo al menos doscientos igual. Entonces, los funerarios, gente lista, idearon  poner el apodo a continuación del nombre y acabóse la cuestión. Bueno, no tanto!. Porque resulta que había y hay bastantes motes que sientan muy mal a la familia . (Por citar algunos: “Culo hormiga”, “La tía Sabañones”, ”Pancha bálago”, “Bocanegra”,  “Matagatos”, “Canillas” , “Culo bote”, “Cara sucia”, “Carrohuesos” ,“Culo señorita”, “Memeo”,  “Ojos de pera”, “La niña en cueros”, “Pijoncio,”,  ”Paticas de alambre”, “Huevo toro”, etc, etc.  ¿A ver quién es el guapo que pone en el letrero alguno de estos apodos? Lo menos que puede ocurrir, si lo hace, es  que el próximo difunto sea él, a manos de la familia afectada. ¡La que se iba a armar!! Recuerdo (aunque puede sea una anécdota), que en cierta ocasión alguien puso en el susodicho letrerico: “Ha fallecido D.ª “Remigia García Sánchez”, (y abajo, con letra pequeñica); “Tetas gordas”. La “gorda” fue la que se organizó después, cuando el marido de la extinta le arreó tal garrotazo al autor del cartel, que pasó a ser el nuevo difunto, con el consiguiente letrerito; “Ha muerto  accidentalmente, Celedonio “el del garrotazo”:. 
En fin, las historietas, al respecto, son numerosas. Lo que si  recuerdo, siendo verídico, es cuando estando yo de locutor en la Radio local, llegó el momento los de discos dedicados,  produciéndose, como cada día, continuos chascarrillos aunque en algunas ocasiones fueron serios disgustos. El asunto, siempre el mismo: ¿Cómo dedicar un disco y que se enterara la interesada y sus amistades sin decir el mote con el que era  conocida la interfecta en  todo el pueblo? Pues nada: ¡a palo seco!. Se abría el micrófono…!y allá vá”: Para el “Pollo” de su prima la “Mona”, y que lo baile con su sobrino “El  Gato”. 
Bueno, pasemos a otra sección del mismo tema:: ¿quién pone los motes? Generalmente siempre suele haber en cada pueblo más de uno que ejerce de “ gracioso” ó “malasombra”,  inventándoselos con el regocijo de los demás, ya que Ayora es pueblo muy dado al cotilleo, bromas y chanzas, y el más  peripuesto sale enseguida con el remoquete dedicado.
En fin,  que todo bautizado con un mote ya tiene herencia para rato. Podrá pedir por favor que no lo digan, podrá irse una temporada del lugar, podrá amenazar a quien lo inventó,  pero el chascarrillo queda  por los siglos, hasta sus descendientes..
Una señora hubo, de tres peras al cuarto, a la que le pasó por la cabeza bautizar a su hijo con un nombre distinguido para librarlo de los odiosos motes, poniéndole “Alberto Ildefonso Javier” al guacho,  pero el niño nació esmirriado y raterico: Alguien ocurrente y borde, le echó la vista encima y soltó: ¡”Paice una ratica”!! … y así quedó el pobre: con el sambenito de “EL RATICA” para toda su vida. 

José Martínez Sevilla
(Pepe el de la imprenta)

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