miércoles, 12 de diciembre de 2012

12 -12-12 A R B O L E S




Pensador,
pensativo y pensante  
soy,

Por los caminos voy
mirando suelo y cielo
buscando en las cosas
inspiración.

Miro en especial
con delectación
todos los árboles:
su contextura,  especie,
y ése algo que cada uno tiene
por excepción.

Paseo por distintos parajes,
caminos y sendas,
lomas, bancales y cerros
que rodean nuestra población
acercándome cuando veo árboles
manteniendo con alguno    
silenciosa conversación.

Los hay solitarios, austeros,
enclenques, majestuosos
o pintureros;
a veces reunidos y amorosos
entretejidas hojas y ramas,
moviendo sus hojas
en alegre cotilleo.

Pero tengo unos pocos
predilectos,
por los que guardo mi amor
en secreto.

Son aquellos
plantados hace años
con mi padre
en mi casica una tarde
como hoy.

Ha pasado el tiempo
pero cada día están
más guapos y esbeltos
siempre con pájaros
alrededor.

Los palomos les buscan por refugio
cortejando a  la paloma
rivalizando todos en montón
por ver cual la conquista
con más arte y primor.

Les miro, remiro y admiro
diciéndome:
¿quién, como vosotros, estuviera
cuántos más años
mejor?




JOSE MARTINEZ SEVILLA

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viernes, 30 de noviembre de 2012

GASTRONOMÍA DE AYORA




En  la historia de cada país, cada aldea ó habitáculo, por pequeño que sea, hay algo fundamental bien llamado “el pan nuestro de cada día”, que el Diccionario llama propiamente GASTRONOMÍA,  ni más ni menos que el modo de comer, condimentar -y modernamente- “echarle cuento” al asunto, o sea, adornar lo  típico con los oropeles y virguerías de la civilización, consiguiendo en realidad una más bonita presentación del producto natural, muy favorecido artísticamente, pero mucho más caro que es el fin de los mesoneros . Así ocurre hoy no sólo en los mejores restaurantes, sino en cualquier casa rural del pueblo.
Nuestros gazpachos ayorinos resisten heroicamente esa moda  mixtificadora. Su elaboración sigue aún las pautas tradicionales, que son casi prehistóricas. “Gazpachos ibéricos de Meca”, se les ha llamado por su rústica y tosca presentación. Todavía es más pura esta precariedad si la cocción y degustación del condumio se hace en pleno monte con rancheros del lugar y utensilios característicos. Es entonces, cuando realmente crees estar en el paleolítico, y cuando nuestros gazpachos adquieren sus virtudes ancestrales y el sabor primigenio entre los olores ambientales. (Pinos, tomillo y romero, pebrilla y espliego. Más en este tiempo de otoño avanzado, cuando el tempero ha traído este año los extraordinarios “pebrazos” que añadidos al gazpacho, (junto a perdiz, palomo, conejo, etc),   dan al mejunge  el toque más campero imaginable.
Pues bien, en este comentario sobre la gastronomía ayorina, no podía faltar la cita en primer lugar de este clásico plato de nuestra secular cocina. Junto a él, está la larga lista de comidas tradicionales, entre las cuales el imprescindible cerdo es otro pilar angular.Tajá de magro, tocino “de virica”, longanizas, lomo de orza, morcillas, guarras, morro y oreja, son “bocati cardinali” para cualquier comensal que se atreva bregar con estos sustanciosos manjares, pues hace falta un buen estómago para digerir tal bacanal. Ni que decir tiene que todo que todo ello debe ir regado generosamente con un vino hondo y con solera.
Como verán los lectores, junto el comentario y la ilustración de esta página, he puesto en lugar destacad una glosa excepcional sobre nuestros gazpachos escrita por nuestro famosísimo Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, con el me unió un modesta amistad. Hablamos dos o tres veces personalmente,  y siempre me manifestó el gran interés en venir a  Ayora a comerlos. Una serie de imprevistos lo impidió. Escribió entonces y publicó en la página primera del diario ABC el artículo que se acompaña, ilustrado por el célebre dibujante “Goñi”.
Sólo añadir sobre la gastronomía de Ayora, que además de estos platos que retóricamente llamaremos de “antología” quedan muchos más, como puede ser las suculentas paellas, las densas gachamigas, el arroz al horno y,  más sencillos, arroz con aceite crudo, patatas con caldo, ajetao, y en plan dulce, los imprescindibles “mazapanes de Manuelica”, y los pastelicos de boniato.  
Finalmente informar a nuestros posibles lectores allende las fronteras, que si se atreven alguna vez a “caer” por estos lares, vengan en holgadas ayunas para poder trasegar a fondo nuestros guisos. 

José Martínez Sevilla

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sábado, 17 de noviembre de 2012

Todos somos parientes



Nadie como nosotros los de pueblo saborea el grato y, a la par, morboso placer de conocer bien a casi todos nuestros vecinos, saber del pie que cojea cada uno, de que quinta es (cómo se decía antes), y lo que le falta para pagar la hipoteca.
Aquí todos somos parientes, es decir a cualquier hora tenemos la vida vendida. Ya puedes ir a donde quieras que enseguida te han visto y no puedes echar mentiras porque te las pillan al vuelo.  Amigos, enemigos, vecinos y familiares, o sea, medio pueblo, te tienen controlado de tal forma que conforme te ven salir  ya saben si vas al médico,  casa de tu suegra o al mercao. Se conocen las copas que has bebido de más y que el vestido que llevas es el que ya te compraste hace diez años.
El espionaje y contraespionaje trabajan a conciencia. A primera hora de la mañana, en panaderías, ambulatorio, bares, balcones y corros en esquinas, ya han intercambiado informaciones de última hora, mucho antes, incluso, que hayan llegado los periódicos a los kioskos. La prensa local es mucho más urgente y sibilina que la nacional porque aquí el tema estrella es el chisme, delicado producto que hay que llevar mucho ojo con lo que se dice y cómo se dice para no llevarte algún disgusto. Sobre todo, en cuestión de faldas -con las ahora frecuentes separaciones, ligues y aventuras de todo tipo-, y la otra importante cuestión de la salud, entre los que están delicados, mal,  los que se han muerto y los que se están muriendo, hay que andar con mucho tiento.
!Placeres de conocernos tanto! Lo malo es que por mucho que te conozcan aún quieren conocerte mas. Y te preguntan con total insolencia lo que harás a mediodía de comida, si tienes tensión, colesterol ó azúcar y qué es ése granico que te ha salido en el brazo. Ahora bien, la pregunta clásica en este pueblo (Ayora, para más información), es aquella que te hace todo quisque conforme te los encuentras: “-¿Adónde vas?-, así, a bocajarro. Lo primero que se te ocurre es contestar:, ...  “y a tí que te importa?”, pero claro pasarías enseguida a la lista de los mal educados,  muy mal visto en los pueblos.
!Dichosas ciudades donde nadie conoce a nadie! Donde no saben que tu abuela fue sirvienta o tu abuelo peón de albañil. Porque eso sí es lo más triste e irremediable de los pueblecitos: que si a tu padre le decían “culo bote”, ya tienes el bote en tu culo para toda la vida, y si tu tatarabuelo le motejaron de “Borrachín”, tú y tus hijos, seréis borrachines por los siglos de lo siglos, Amén.
¿Habrá cosa que proporcione mayor satisfacción que pasar por lo que no eres y echar alguna mentirijilla de vez en cuando a los que te preguntan? Que nadie sepa tus taras ancestrales como que tu tía Manuela era bizca y que tuviste un pariente bandolero?
!Pobres gentes de pueblo, siempre con el plumero al aire! !No poder engañar a nadie con lo bonico que es eso!

JOSE MARTINEZ SEVILLA   

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lunes, 12 de noviembre de 2012

LA PIEDRA n.º 55 (En memoria de Rafa Cebrián)


Hace escasamente dos meses
estuviste en mi casica
ayudado por tu amigo Pedro  
llevando tu sillica.

  Ya estabas gravemente enfermo
pero tus ojos aún resplandecían
de luces y deseos.

   Avanzaste sonriente
queriendo verlo todo:
cada piedra, fósil, rincón, 
y el agua que manaba de la fuente.

   Despacio fuimos bajando
al “Camino de la vida”
mirando tu fijamente
las enmohecidas piedras 
enmohecidas y silentes.

   De pronto, hicisteis un amago de brinco
rodeando muy interesados 
tú y Pedro 
la n.º CINCUENTA Y CINCO.

   Yo, nada sabía;
me enteré mucho después
de tu ansiedad,
pues faltaban escasas fechas
para que cumplieras tú esa edad.

   Era tu meta soñada 
tras tantos informes médicos
agobiándote continuamente
de mal en mal.

   Me lo contó anteayer
(dia siguiente del entierro),
nuestro común amigo Pedro 
paseantes ambos camino del Angel,
diciéndome no podía dormir
por el número poseso.

  Pero, te has ido ya, Rafa,
no valen lágrimas ni lamentos, 
solo recordarte 
con ése halo de bondad
que tenía siempre tu gesto.

   Descansa feliz
en el ancho cielo
mirando aquí 
con ahínco 
tu querida piedra
n.º CINCUENTA Y CINCO.

José Martínez Sevilla

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martes, 6 de noviembre de 2012

PUDO SER HACE UN MILLÓN DE AÑOS


Pues, sí, pudo serlo. La fotografía que ilustra este escrito muestra lo que, trasladando épocas y fechas, pudo ser una cabaña, cobertizo, altar o monumento con cientos de fósiles, como ex – votos, implorando protección al dios de la lluvia, el viento y todo tipo de catástrofes en la noche oscura de los tiempos.
Ahora es una pequeña parte de la finca “El Chorrillo” en Ayora, donde tengo una casica, veinte almendros secos, un olmo entrañable todavía esbelto aunque desmochado, algunos manoseados libros, un sillón de mi bisabuelo, “el Maestro Lázaro”, y la citada construcción de fósiles y piedras. Además, y como recreo para la imaginación, tengo un motejado “cementerio indio” -viejas maderas corcadas y estrambóticas que he ido encontrando en la tenaz chifladura que arrastro hace veintitantos años-. Consiste el capricho o demencia, en amontonar pedruscos, raíces, huesos y toda clase de vestigios añejos; rodearlos de enmarañados arbustos y formar una especie de laberinto que llamo, por un decir, ”la fuente”, porque al fondo cae un chorrito de agua sobre conchas, corales, ammonites y algún preciado trilobites mostrando las increíbles maravillas de la naturaleza.



Pues bien, volviendo al inicio del relato y remirando todo, me gusta verme y sentirme transformado en primo hermano de uno de aquellos hombres primitivos, origen de nuestra saga actual, bien fueran “Cro- Magnon”,  “ Neanderthal”,  “Homo erectus” u “Homo sapiens”. A cualquiera de esos lejanos parientes les veo regresar un día a su chamizo para descansar, encender el fuego -primer rito sagrado-, comer, dormir, tras las diarias y duras jornadas de cazadores furtivos.
   Yo no ya cazo ni gambusinos, pero aquí me tenéis, cumplidos los 82, como un poseído, realizando uno de los primeros ritos iniciáticos del primer homínido al construir su “hábitat” con piedras bien elegidas, techumbres adecuadas y viejos troncos de quemar y calentarse el trasero. También, en mi caso, rodearme preferentemente, de fósiles, que en aquella época eran considerados como los más preciados amuletos, especie de fetiches diabólicos para toda clase de buenaventuras y hechizos.
Pero existe otra faceta en este tema prehistórico, igual de significativa:
Sabido es que en diversos lugares de Ayora,  tenemos las llamadas pinturas rupestres,  conocidas por  “Tortosilla”, el “Barranco del Sordo”, idem “del vizconde”, abrigo de “Pedro Más”, etc., y lindante con  ellas,  “Cueva de la Vieja”, en Alpera, y de “La  Araña”, en Bicorp.
Así, aquel mismo hombre, más evolucionado, además de construir su refugio ante la hostilidad del medio ambiente, entraba en su morada y no se cómo ni por qué, se transformaba en artista. Tendida la mirada al horizonte mas cercano (tras proveerse de palotes manchados  con grasas de animales, intentaba  plasmar en las paredes cuanto  veía:  manadas de ciervos retozando en escarceos amorosos,  bichos desconocidos huyendo despavoridos y a algunos de sus compañeros de tribu disparándoles con arcaicas flechas. El más curioso de estos abrigos rupestres es la “Cueva de la Araña”, donde se perfila un hombre (aunque sospecho sea una mujer por la esbelta figura y respingón culito), trepando por una cuerda y recogiendo en un capacho panales silvestres de miel. (Muchos siglos después, cientos de ayorinos  treparían de manera  similar con sus camiones por intrincados parajes recolectando el rico manjar de la miel convertido años después en una de las mayores riquezas de nuestro pueblo. 
Bien, pues si en la Ayora de antaño hubo multitud  de personas ocupadas en tales menesteres, sea construcción de sombrajos, abrigos, santuarios u ofertorios, otros con colmenas, y los más artistas, pintando sus fantasías en los muros, también puede darse el caso actualmente de un chiflado, reconvertido por arte de magia en troglodita, que  los evoque. 
Me gusta identificarme así, y por ello he construido mi chabola, una  minúscula necrópolis, la fuente de fósiles y un “cementerio indio”... que se me antojó. 
Esta es la historieta: “Pudo ser hace un millón de años” - y más millones aún-,  pero fue ayer, un ayer remoto, que por arte de birlibirloque, sigue siendo ahora mismo, esta misma tarde, sobre las cinco, cuando ocurre la transformación y paso a ser cada día “un hombre más de las cavernas.
Siendo sinceros, aunque adornando el tema con peregrinas teorías, mi errático trabajo quiere ser es una modesta y agreste recreación de aquella época. Quiera Dios dure mucho tiempo y alguno de mis descendientes recoja la antorcha olímpica de este inédito deporte que por lo menos te mantiene la mente despierta y tensados ánimo y músculos.
Se podría sacar una moraleja del tema. Las personas, cierto número de personas,  llevamos dentro, escondido entre los vericuetos de nuestros circuitos neuronales, algo parecido a  aquellas  emociones, especie de proyectos o ensueños de toda una vida. Es verdad que en la mayoría de los casos no estamos dotados para articular y desarrollar coherentemente tales fantasmas del cerebro  pero todos responden a nuestra más insoslayable y profunda identidad que están aflorando ininterrumpidamente ya una veintena de años y ni nuestros más allegados sospechaban, pero que yacían vivas en mis entretelas en estado latente.  
Bueno sería que muchos, cuando tuviéramos tiempo  ( o llegase la jubilación, como en mi caso),   intentáramos  pormenorizar nuestros sueños y,  si acaso, encontraran cauce, seguirlo, pero en el supuesto se malograran  saliendo un churro, pues nada, a  “volver a barajar” y ahí quedó el intento.
Recapitulando:  
Lo que vengo haciendo día tras día  nada es del otro jueves, aunque una vez puesto en el tajo, me está ocurriendo, muy ocasionalmente, es verdad, algo tan insospechado como maravilloso: la sensación indescriptible, acaso la más bella de la vida, de notar de manera repentina y fugaz, que estoy tocado el cielo con mis manos.
José Martínez Sevilla

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domingo, 28 de octubre de 2012

EL DÍA QUE TODOS SOMOS BUENOS



Somos muchos –aunque cada día menos- los ayorinos que residimos en nuestro pueblo, pero hay muchos  más fuera de él, en múltiples ciudades y pueblos de España. Asimismo, un número importante residen en  lugares esparcidos por  el ancho y diverso mundo. Algunos nos visitan regularmente en las Fiestas de Toros,  Semana Santa, la Feria de la Miel ó cualquier otra fecha. Hablo con muchos, observando que una amplia mayoría disfrutan con las cosas de su patria chica, incluso más que nosotros mismos.
Pero hay un grupo más numeroso, dentro y fuera del pueblo –quiero pensar que lo hay, no se dónde ni cómo-, desaparecidos para siempre que no volverán jamás. Murieron.
A ellos va destinado este artículo, especie de carta sin sobre, franquicia ni paradero, pero que confío les llegue. Estoy indeciso a la hora de escribir su destino ultraterreno… ¿cielo, purgatorio, infierno?... Tras un rato dubitativo pienso que quizá en estos tiempos tan revueltos, con los consiguientes cambios de todo tipo, es posible que esos sagrados lugares, donde tradicionalmente yacían los difuntos, hayan desaparecido ¿Es broma?. No, no lo es. 
Mi caso, -siendo hombre de fe-, es que tengo las antenas tendidas a esa misteriosa, morbosa e inefable “vida después de la vida” adonde me lleva mi atávica y entrañable esperanza creyendo que las almas de “nuestros fieles difuntos“ moran en algún sitio, aunque no precisamente en los citados. Acaso estén en esa pequeña florecilla que nos encontramos casi perdida en el campo ó quizá en las nubes que nos acompañan desde el firmamento en nuestro largo caminar… pero estar… ¡están!. No me preguntéis cómo, ni cuanto tiempo, ni a cuento de qué. Es una rara sensación que me invade cuando menos lo espero dejándome el mensaje de que allá donde mire, alguien ó algo transformado en viento, aroma o rayo de luz, devuelve la mirada recordándome que ni me olvidan… ni debo olvidarles yo a ellos.
¿Utopías, sandeces?. Vale. Pero no para todo el mundo. Quiénes lo hayan experimentado alguna vez sabrán de qué hablo.
Se manifiesta esa sensación en diversos escenarios, siendo el más socorrido el cementerio, donde tanto los espejismos y alucinaciones, tienen su momento, instante inconsútil que nos ata con lo ultra terreno, por mucho que algunos lo rechacen.  
Debemos caer en la cuenta que los “habitantes” de allí son bastante más que los de aquí,  y siguen aumentando continuamente. Queramos o no, en este lugar está, aunque soterrrado, el ADN de nuestra añeja estirpe ayorina. Muchos son los años transcurridos en la última etapa, doscientos años hace ahora, aproximadamente, que se bendijo el actual camposanto. Desde entonces han ido albergándose allí irremisiblemente uno tras otro todos los fallecidos, ya que en este asunto de “hincar el pico” no hay crisis y nadie se escapa  “sin pasar por el aro”. La vida es eso: pequeño y vulgar acontecimiento que empieza como sainete terminando en drama, sin que se entere nadie de que va el argumento hasta que cae definitivamente el telón.  
Vale. Volvamos al tema estadístico-funerario,  pensando en ese lapso de tiempo de la Ayora contemporánea y contabilizando los difuntos acumulados, teniendo cuenta que en esos dos siglos fueron muchas las guerras y epidemias que asolaron un país tan sanguino como España, de las que Ayora no se libró.  Los muertos, en tales ocasiones, eran sepultados de cualquier manera,  tosca y atropelladamente.  Una mayoría sin tumba emparedada, sino en el sufrido suelo, apisonados bajo dos quintales de tierra, sin siquiera una cruz identificativa. Hoy serán, con toda probabilidad, hojas de hierbas silvestres o tupidas telarañas que surgen en los rincones ó quizá ése viento acre y seco que nos corta la cara al pasar.
Sin embargo, en las paredes del cementerio, relucen muy historiadas,  las lápidas de los más pudientes con sus lujosos mármoles y retocadas fotos. Es notable que esta pujanza de vida se de en un lugar tan lleno de muerte, manifestación palpable de nuestra parafernalia necrológica y obsesiva en preparar con esmero aquello que será nuestra última residencia: (de la penúltima, -la “Residencia de ancianos” local, mejor no hablemos, porque ni siquiera  ha sido terminada por nuestros Ayuntamientos (actual y  anterior), amén de que el edificio realizado sea de una total mediocridad, cuando precisamente su acertada ubicación al final de la flamante calle de la Marquesa, pedía a gritos una fachada claramente más elevada y ornamental.
Pero dejando la cuestión estética aparte, venimos observando al pasear por las calles del pueblo, la cantidad de letreros existentes con: “se vende, se alquila”, “se traspasa”, demostración de la bancarrota inmobiliaria nacional. (Algunos forasteros me han llegado a preguntar: “¿Es que vendéis el pueblo?”.  
Sin embargo, “en el corralito funerario”, donde solo hay ceniza, huesos, soledad y  silencio, amén de alguna vieja escalera y veinte ramos de flores mustias, nadie vende, nadie alquila ni traspasa;  eso sí, todos los residentes están “como piojos en costura”, dos o tres en el mismo nicho, que les confortará en el interminable invierno de la muerte. (Siempre he pensado, en ese aspecto de “arrejuntarnos”, que los ayorinos sólo nos ponemos de acuerdo para morirnos. Por ejemplo, transcurre un mes sin “salir nadie con los pies p´alante, y de pronto, un día cualquiera, caen cuatro o cinco como atunes, armándose ese día y el anterior, un concierto de campanas fúnebre y tremebundo que cualquier visitante del pueblo, piensa: “¿Qué fiesta será hoy aquí?“. No te quiero decir si vives cerca de la Iglesia… porque entonces has de recurrir enseguida a los tapones para los oídos.
Bien, pues una vez colocados los difuntos en el nido y terminado el campaneo correspondiente, los muertos  suelen llevarse muy bien, no oyéndose nunca gritos ni algarabías ó protestas de ningún tipo. Todo es armonía y paz. Unos, en la parte del sol y otros en la sombra, disfrutando todos cuando escuchan a sus familiares rezarles  un padrenuestro.
Una vez cumplidos los rituales y cansinos paseos de la jornada seguimos ajetreados entre difuntos y vivos con tal promiscuidad, que a veces ya no sabes quién es quién, llevándote, a veces, unos sustos tremendos cuando vuelves la cabeza y miras a uno al que creías haber visto ya antes en el nicho…! y lo tienes tras de ti!. 
Acabadas las consabidas carantoñas,  un piadoso pensamiento me viene a la mente para hacer más llevadera la eterna travesía a los pobres difuntos que allí están sin decir ni pío. Es, simplemente, contar con ellos, darles algún que otro homenaje -aparte de llevarles flores- y  pensar que aunque sus cuerpos sean polvo, el alma es eso mismo, polvo, pero polvo enamorado cada uno de ellos de su Ayora, seres queridos, amigos  y simplemente curiosos, que se paran delante de las lápidas comentando siempre al ver los nombres de los difuntos, lo listos y buenos que eran, cuando la triste realidad suele ser que quienes lo dicen, son precisamente aquellos que no les podían ver vivos ni en pintura. 
Dejando las  bromas, digamos que es en este momento de la visita al cementerio cuando la muerte de los demás tiene la rara virtud, por un momento, de hacernos a los que quedamos, más afables y cariñosos!  No cabe duda que es el día que todos somos más buenos!!
Lástima sea solamente una vez al año, en esa fecha bien llamada: DÍA DE TODOS LOS SANTOS 
  
   José Martínez Sevilla

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jueves, 18 de octubre de 2012

HABLANDO DE PIEDRAS




     
UNO DE LOS MONUMENTOS ARQUEOLOGICOS MAS IMPORTANTES EXISTENTES EN AYORA… (y desconocido por la mayoría de la población)

    SU NOMBRE: ARCO DE SAN PASCUAL

   SITUACIÓN: PARTE OCCIDENTAL DEL MURÓN DE MECA, MUY CERCA DE LA LINEA DIVISORIA DE LAS POBLACIONES ALMANSA, ALPERA Y AYORA, PERO PERTENECIENTE A AYORA Y UBICADO EN LA FINCA "EL HEREDERO"





Foto de Pedro J. Costa Abarca

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viernes, 12 de octubre de 2012

AYORA, 12 OCTUBRE 2O12


FERIA DE LA MIEL




Iniciales días
del otoño caliente;
largas tardes fondonas
entre avalancha de gentes.

Entre la alargada sombra del Castillo,
y a la vera de su Iglesia,
Ayora vive
sus fiestas de la miel,
divirtiéndose sin doblez,
-aún siendo días de recordar                           
estamos en tiempos de escasez.
                         
Aunque también, sería, !oh Dios!, 
(dejando tiempos de anteayer),
buena ocasión -si la hubiere-
de gozar del aire y la luz
entre unos labios de mujer,
                           
Pero, ! dó está, oh cielos!, 
tal ventura, si se puede saber?
                             
Pues, sí, metiéndose por nuestros 
estrechos callejones
donde la gente mira trastos expuestos,
y nadie te ve.

Ven a Ayora,
Villa noble y señora,
pasea sus calles,
con este clima de ahora
conociendo a sus gentes
alegres y postineras.

Y allá al anochecer
en la Plaza Mayor                             
custodiada de palmeras 
guapa y esbelta 
visita cada caseta,
si una barata, otra... más buena,
terminando el recorrido 
degustando en la mejor
las Amas de Casa
con sus famosas “TORTAS DE MIEL”.


José Martínez Sevilla


        
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